martes, 12 de diciembre de 2006

Se hermana aún más Nuestra América


Por: Julián Puig Hernández.

Representantes de doce naciones sudamericanas se han reunido en Bolivia para fortalecer lazos que los siglos de coloniaje y neocoloniaje han querido quebrar. La Declaración de Cochabamba es un botón de diamante en el corazón del hemisferio.
Han acordado los presidentes de Bolivia, Brasil, Venezuela, Perú, Chile, Paraguay, Uruguay y Guyana, así como los representantes de los dignatarios ausentes de Colombia, Ecuador, Surinam y Argentina, poner la primera piedra en el proceso integrador, al estampar sus rúbricas en un texto final de ese foro.
Se reconoce, de esta hermosa manera, la influencia negativa que ha tenido y tiene el proceso de globalización en las economías de la región, y en tal sentido ha sido necesario comenzar a construir alternativas.
Aquí, resume el documento, se apunta a retomar el crecimiento y la preservación de equilibrios macroeconómicos.
Con esta rúbrica se reconoce también que es preciso poner énfasis en la distribución de la renta como instrumento de eliminación de la exclusión social y de reducción de la pobreza, así como la disminución de la vulnerabilidad externa.
Ante este escenario, la integración regional es necesaria y vital para evitar que la globalización profundice las asimetrías, contribuya a la marginalidad económica, social y política, indica el texto.
Con la construcción de la Comunidad Sudamericana de Naciones se busca el desarrollo de un espacio integrado en lo político, social, cultural, económico, financiero, ambiental y en la infraestructura, lo cual constituye un fortalecido derrotero para la emancipación de pueblos víctimas de políticas defraudadoras a su propiedad identidad.
De esta manera la iniciativa no es sólo necesaria para resolver los grandes flagelos que afectan a la región, como son la pobreza, la exclusión y la desigualdad social persistentes.
Añade el documento que estas pautas no solo se han transformado en los últimos años en una preocupación central de todos los gobiernos nacionales, sino que es un paso decisivo para lograr un mundo multipolar, equilibrado, justo y basado en una cultura de paz.
Plantearse un nuevo modelo de unidad con identidad propia, pluralista, en medio de la diversidad y las diferencias, reconociendo las distintas concepciones políticas e ideológicas, que corresponden a estos países es una acción, sin dudas, hermanadora.
Los que observen esta acción como un peligro para la paz del mundo, como no faltará quien lo sugiera al menos, es porque ve alejarse, con paso lento pero seguro, el botín que siempre ha parecido ser la América del Sur, tan diversa y digna, tan verde e irredenta.