viernes, 3 de junio de 2005

SEMBRAR LA VIDA

Por: Julián Puig Hernández
La temporada de lluvias, que regularmente comienza a sentirse con fuerza en mayo, ha tenido algunas discretas apariciones durante el actual junio; pero son insuficientes.

La aguda sequía localizada en esta parte del país, desde hace muchos años, tiene en análisis y estudio a los peritos de medio ambiente; pero todo parece indicar que hace falta algo más que conjeturas o predicciones.

Para rubor de los brazos curtidos en la plena faena, la fuerza no es lo que exige la actual coyuntura; sino inteligencia y luz larga para continuar recuperando lo perdido.

Desdichadamente nuestras reservas forestales se han visto diezmadas con justificaciones para el crimen y eso puede revitalizarse con el empeño de todos; pero cada día que pasa constituye un avance hacia el Apocalipsis.

La fórmula es sembrar árboles; pero no de una manera desordenada o anárquica, sino con un proyecto, bien pensado, que abrace las zonas desforestadas para devolverles la vitalidad tenida en los tiempos antiquísimo. Ponernos a analizar las circunstancias y los culpables no tiene sentido en este momento de crisis ecológica, sino fomentar un programa perdurable, con vigilancia permanente y que estime elevar la cultura ecológica para que el hecho no se repita.

La tierra, sedienta y triste, se ve plagada de elementos exógenos que la hacen enferma y todo por culpa de una andanada de irresponsabilidades de quienes debían protegerla.
Hace algunos años los sindicatos movilizaban a sus trabajadores en el empeño de la reforestación, eso puede repetirse pero mejor.

Sabemos que existen proyectos, elaborados por eternos enamorados del ecosistema, escojamos al mejor y que cada uno ponga su grano de arena.

Las estadísticas dicen que un árbol, generoso y desinteresado, es capaz de producir oxígeno para diez personas ¿por qué no sembrar cada persona diez árboles para demostrarle a la madre natura que tenemos por herencia la magnificencia que ella nos proporciona?

En cuanto a número, la onu recomienda un mínimo de 12 metros cuadrados de área verde por habitante para poseer un ambiente aceptablemente sano, tanto física como mentalmente.

Multipliquen 92 mil por 12 y sabrán que UN millón 104 mil metros cuadrados de área verde le hacen falta al municipio de Puerto Padre para cumplir con las normas internacionales que estipulan como sano el aire que respiramos los puertopadrenses.

Pero eso es sólo oxígeno para respirar las personas, no olviden otros seres vivos imprescindibles para la vida humana ni los elementos contaminantes que los árboles se encargan de recibir.

Desde el municipio de Puerto Padre hasta Manatí es preciso reforestar 500 kilómetros cuadrados de los 2 mil 300 que tiene el norte tunero.

Esta superficie boscosa dentro de 10 o 15 años pudiera estabilizar el antiguo régimen de lluvia del territorio que era de unos 940 milímetros anuales.

Esto mejoraría de una manera increíble las visuales paisajísticas de nuestro entorno ¡qué lindos serían nuestros viales si estuviesen protegidos por hileras de plantas de diez y doce metros a ambos lados de la carretera!

Los catorce cursos de agua que tiene el norte de Las Tunas tienen que repoblarse forestalmente antes de dos años si es que queremos impedir la continua sed de los suelos y disminuir la propagación de las plagas.
Sembrar árboles no es un mero capricho, se trata de algo de Vida o Muerte.

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