jueves, 26 de mayo de 2005

CRIA CUERVOS Y TE SACARÁN LOS OJOS

Por: Julián Puig Hernández

Ya anda por ahí el run-run de que el gobierno de El Salvador solicitará la extradición del terrorista Luís Posada Carriles, quien se encuentra en un excepcional centro de Retención de los Estados Unidos, que no se ha dicho cuántas estrellas tiene como categoría turística.

No sorprende a nadie que tal solicitud, aupada por la representación de Washington en esa nación, sea definitivamente aceptada, pues goza de la misma desfachatez con que se ha presentado a este connotado criminal ante la opinión pública internacional.

Desde los inicios mismos del “Carrilazo” los rubores (de los que todavía tienen un poquito de pudor, por supuesto) están a la orden del día, pues primero se presentan cargos por su entrada “ilegal” a los Estados Unidos y ahora, en el país que pretende asumirlo, quiere procesársele judicialmente por identidad falsa.

Tanto lo uno como lo otro es un insulto a la inteligencia pues todo el mundo sabe, sobre todo los que dirigen la sede donde se monta la ridícula e indignante farsa, que el terrorista Luís Posada Carriles entró en Miami delante de todos y con el visto bueno de un grupo importante de sus compinches, vinculados directamente a la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

La inmensa mayoría de la opinión pública de los Estados Unidos desconoce las interioridades de un asunto que es fiel reflejo de una administración que pone en bandeja de plata sus verdaderas raíces fascistas.

Por otro lado, falsa no es la identidad de Posada Carriles, sino verdadera, porque pudiera tener varios pasaportes con nombres diferentes; pero su identidad la ha demostrado siempre en cada lugar por donde han pasado sus manos asesinas.






La actual administración de los Estados Unidos lo está encubriendo pero no gratuitamente, le está negociando el silencio porque esa cabeza guarda muchos recuerdos, demasiados para ser más exactos, y no es prudente entregarlo a quien pueda procesarlo como se merece, pues entonces pudieran salir a la luz datos hartamente comprometedores en relación con una política cruel mantenida contra un pueblo por más de cuarenta años.

El terrorista lo sabe y duerme a buen resguardo, a la sombra del cardo, calculando cada palabra que dice amén de las instrucciones recibidas y se dice feliz; pero sin dudas ha tomado medidas para evitar que la muerte lo sorprenda “accidentalmente”.

El no es novato en el asunto y mucho menos tonto, nunca lo fue, ni cuando lo apodaban El Cazador, por los años sesenta, durante la tenebrosa acción donde fue asesinado el presidente Kennedy, hecho que aún conmociona al mundo entero.

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