jueves, 12 de mayo de 2005

NO A LA GUERRA Y EL TERRORISMO

Por: Julián Puig Hernández
La prepotencia imperial que se observa en los últimos tiempos con mayor claridad, no es otra cosa que la continuidad histórica de lo que el mundo venía avizorando en la primera mitad del pasado siglo.

Sólo hay que mirar, sin mucha hondura, la realidad de los acontecimientos y recordar la perfidia con que desarrollaron su poderío militar Italia primero y Alemania después, las iniciadoras a nivel planetario del fascismo.

Los germanos, que llevaron a su máxima expresión el terror mundial, devastaron Europa bajo pretextos incomprensibles, irracionales y reflejo de la naturaleza inhumana del capitalismo.

El cambio radical de aquel holocausto ocurrió cuando las hordas hitlerianas cometieron el error de atacar la Unión Soviética y entonces la historia tomó un giro extraordinario que culminaría con un sustancial cambio de colores en los mapas del universo.

El mundo quedó dividido en dos sistemas y gracias a ello la polaridad frenó hasta nuestros días, los intentos de unos por someter a otros.

Los analistas internacionales, preocupados por el rumbo que van tomando los acontecimientos, señalan la necesidad de ubicar recursos en bien del desarrollo tecnológico y critican el desmedido intento por perfeccionar un sistema armamentista que carece del más elemental raciocinio.


No pocos países, preocupados por su pobreza y esperanzados con la ayuda que pudieran recibir para mejorar sus estándares de vida, ven alejarse ese sueño y sólo reciben a cambio empréstitos que lejos de purificar empeoran la visibilidad hacia el futuro inmediato.

Luchar contra el terrorismo en todas sus manifestaciones constituye una prioridad para todos los pueblos, porque sus manifestaciones principales están en el fondo, dentro de la naturaleza cruel del capital, que sólo se complace cuando haya engullido la totalidad de los recursos universales, incluyendo los humanos.
Todos queremos un mundo mejor, porque es posible; pero todos, en conjunto, debemos enfrentar el reto de enderezar las sendas que marcan el camino equivocado.

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