martes, 18 de octubre de 2005

Un siglo de luz

Por: Julián Puig Hernández

El quince de octubre de 1905 nació Teresa de Jesús Gutiérrez Pérez y aún tiene la mirada llena de luz. Lleva en la sangre la imperecedera estirpe familiar, pues su padre, Juan Gutiérrez Socarrás, fue veterano de la Guerra de Independencia en el fecundo año de 1895.

Las añadas juveniles le fueron gratas en su natal nuevitas, en la hermana provincia de Camagüey, y allí conoció al puertopadrense Juan Manuel Pérez Peña, con quien contrajo nupcias en 1923. Los primeros frutos de aquella unión nacieron en el Cayo Juan Claro, donde vivían hasta que luego de la huelga del 17 de febrero de 1925 fueron expulsados del lugar y obligados a residir en la Villa Azul.

Teresa, a pedido de su esposo, ingresa en el Partido Comunista de Cuba en 1931 y desde entonces, paralelo con sus responsabilidades domésticas, desempeñó importantes responsabilidades. Su tesonera voluntad se puso a prueba muchas veces, pero tuvo particular relevancia el día 13 de agosto de 1932, cuando su casa fue violentamente allanada por el Ejército, en ausencia de Juan Manuel, y esa misma noche nació su quinto hijo.

El Partido siempre tuvo en la vivienda su cuartel general y desde allí se organizaron las principales acciones a favor del movimiento obrero; pero también en esa modestísima morada, las Mujeres del Puerto le rindieron un merecido homenaje a Blas Roca Calderío y encontraron abrigo otros importantes dirigentes sindicales como Salvador García Agüero, Lázaro Peña, Juan Taquechel López, César Vilar Aguilera, Esperanza Sánchez Mastrapa y Clemente Serra.

Siempre dispuesta a los quehaceres políticos, Teresa durante la Guerra Civil Española formó parte del grupo femenino de apoyo a la República en su lucha y junto con su esposo formó parte del Frente Antifascista del Puerto. Cuando los imperialistas norteamericanos atacaron al pueblo coreano, no faltó su disposición para la recogida de firmas que pedían el cese de dicha agresión.


Durante el Congreso de la Federación Democrática de Mujeres Cubanas, efectuado en La Habana, en 1952, representó a las féminas de Puerto Padre, Delicias y el Cayo Juan Claro en aquel trascendental acontecimiento.

También heredaron su presteza los hijos todos, porque durante la lucha insurreccional que se libró tanto en la Sierra Maestra como en el llano, ninguno estuvo al margen. El sobresalto por los naturales riesgos que las acciones revolucionarias implican nunca le hicieron palidecer y mantuvo, siempre, una actitud verdaderamente imperturbable.

Teresa hoy, a los cien años, mira al derredor sus 124 descendientes, fruto de once hijos, que le dieron 33 nietos, 54 bisnietos y 26 tataranietos. Le satisface que durante una vida llena de esfuerzo continuo, cuelgan en las paredes, como evidencias de la virtud, los diplomas de médicos, ingenieros, arquitectos, psicólogos, biólogos, artistas, enfermeras, maestros y militares.
El amor encuba al regocijo y Teresa es fuente de ello para provecho de la sociedad toda.

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