viernes, 25 de agosto de 2006

El nuevo amanecer americano

Por: Julián Puig Hernández.

Son preocupantes para quienes ven históricamente en la sufrida América, la que está al Sur del Río Bravo, un mercado seguro y sustentable porque los acontecimientos actuales hacen suponer un nerviosismo en los poltrones analistas.
A partir de la Revolución Cubana, estandarte para los tiempos nuevos y con los actuales sucesos de Venezuela, sin que los terroristas logren finalmente sus propósitos, al amparo de turbulentos, sinuosos y enrarecidos patrocinadores, todo indica la dirección de este continente hacia la inconformidad con las cadenas, aunque sean de oro. Algunos observadores, presos de la inercia y sin un ápice de polvo en sus lustrosos zapatos, estiman que los venezolanos tomaron una bandera demasiado grande; pero esta incómoda posición no les es buena para la salud, ni para meritar coreografías varoniles.
Sin embargo, para quienes odian la guerra, es que no haya un llamado a la sangre, un convite a la discordia, sino una conversación pausada, una mano amiga y conciliadora, curando los pesares y proponiendo objetivamente, un porvenir a partir de los recursos autóctonos, invadir con amor los mercados, ponerlos al alcance de esas grandes mayorías privadas de lo que legalmente les pertenece por natura. No le están proponiendo la luna, sino algo albergado en nuestras propias tierras y es preciso sacar a la luz, para ser visto por todos los ojos, sin distinción de ningún tipo. Visto en el sentido multifacético del tema, porque hay una Operación Milagro, demasiado costosa para los que analizan dinares y no espiritualidad; y luz en los ojos que se engrandecen ante una cartilla alfabetizadora; pero también con un Telesur apto para sacar de las sombras esas verdades prohibidas en las telenovelas ramplonas.
Hace algún tiempo ya, los cables noticiosos dieron cuenta de que Delegados y personalidades de unos 20 países firmaron en esta capital el "Compromiso de Caracas", con el cual concluyó la IV Cumbre de la Deuda Social que fuera convocada por el Parlamento Latinoamericano. Se trata de un paso más dentro de un proceso, largo y difícil; pero lograble.
Este documento proclamó la necesidad de profundizar el ejercicio de la democracia participativa y de trabajar para materializar la Carta Social de las Américas, además de impulsar su aprobación en la Organización de Estados Americanos, cosa que a nuestro juicio es la prueba de fuego para los que, cuchillo oculto en la pierna, parieron esta treta, OEA, para complacer sus futuras conquistas latinoamericanas.
El convite, como bien introduce el reporte, es para cumplir una deuda, no externa de dinero ni nada por el estilo, sino social, en contrapunto con el bochorno de prometer sin dar durante tantos años, porque los pueblos están urgidos de libertad, pero sin tergiversar la esencia de lo que se propugna; porque la libertad está en el enriquecimiento espiritual, su acceso a conocer, ampliar el horizonte cognoscitivo y entonces desarrollarse en tal sentido sin que nada obstruya ese propósito.
Las buenas noticias para la América Nuestra, amén de Bolivia que luce ponche nuevo y de lana sin par, buscan su integración real, ante el ojo molesto de un águila, inspiran a seguir avanzando en ese sentido, perfeccionar los mecanismos de integración y olvidar promesas que no llenan los millones de estómagos desnutridos del continente.
Otros pueblos andan por la izquierda buscando lo que la derecha durante tantos años le quitó y ven ejemplos lo suficientemente elocuentes como para entender los verdaderos derroteros a los que deben adherirse. Todos queremos la paz y la sabemos alcanzable trabajando de conjunto; pero nunca imponiéndola por la fuerza, como es la realidad de otras latitudes, donde sufren un presente sin explicación convincente; porque las razones, las verdaderas, las ocultas, todavía no están lo suficientemente maduras como para sacarlas a la luz, esa que ilumina y mata, como dijera acertadamente nuestro Héroe Nacional José, la voz más mas redentora que ha tenido Cuba.

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