miércoles, 23 de agosto de 2006

Mujer y rosas sin espinas

Por: Julián Puig Hernández.

Los hombres, cuando en momentos de singular descripción, durante sus inspiraciones poéticas, que le hacen vagar por los aires y tratar de buscar la palabra justa, para dar un toque especial de ternura, comparan a la mujer con la rosa, y lo hacen fortaleciendo el argumento, rebuscando símiles que hagan creíble el cotejo.
Es válido aunque se ha vuelto manido para aquellos que abdicaron ante el esfuerzo mental, de encontrar en Cervantes el verbo exacto. Algunos, para más, sugieren que la rosa no tenga espinas y ahí está un particular exigiendo mejor examen.
Es cierto que si no dispone de medios para al menos mantener las distancias, esa punta, que parece ingenua pero que traspasa la epidermis imprudente dañadora de pétalos, parece, y de hecho es, un elemento carente de contraste y por ende tonto.
La rosa requiere de sus espinas, porque en el orden ético y estético, lleva un mensaje con ellas, para invalidar cualquier creencia que la desmerite.
En una fecha tan significativa como esta, 23 de agosto, Aniversario de la Federación de Mujeres Cubanas, hacemos la salvedad porque vemos este multitudinario jardín, andar siempre por los barrios, en las actividades más diversas, midiendo, desde dentro, los latidos que tiene el corazón de una obra sempiterna.
¿Qué sería del hombre sin ellas? ¿Cómo tener perfume en un jardín social olvidándonos de sus hermosas espinas? ¿Por qué quitarle el “fusil” a las rosas?

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