martes, 26 de abril de 2005

Evadir no es saber

Algunos dicen no gustarle escribir, otros sienten aversión por bailar; pero en el fondo hay distintos problemas nada cercanos a esos cuestiones de indisposición.

Lo cierto es que unos son pésimos con la ortografía y la caligrafía, mientras otros resultan totalmente arrítmicos, no dan un paso firme ante la pieza musical menos exigente.

Si no saber escribir resulta malo, peor es no admitirlo y dar curvas a las responsabilidades, como única forma de enmascarar un fenómeno salvable.

Sin embargo los “patanes”, que están en un costado de la pista, deleitándose con las cinturas en pleno movimiento, llevan muy dentro el celo de su incapacidad; pero tampoco son francos y buscan la ayuda para disolver su problema.

No me gusta y no sé, son reflexiones diferentes, sin dudas. ¿Qué hay de malo en no saber bailar? Tal vez domine otras artes menos aglutinadoras. Es posible tener incompetencia congénita para el baile, tal vez no.

Por otro lado, nos llegan cartas, delatadoras de muchas faltas, y nosotros las asumimos con gusto, porque vemos en ellas el deseo de comunicarse, decirnos algo o pedirnos ayuda en determinado asunto. ¿Será tan difícil localizar un acento o poner la hache cuando la palabra lo exige?

Lo que falta en ambos casos es dedicación y es preciso romper esa barrera, enfrentar el asunto y crearse nuevos horizontes más promisorios.
Si finalmente no logras todo lo que deseabas, al menos, ten por segura la satisfacción de haber luchado por alcanzar algo bueno.

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