domingo, 19 de noviembre de 2006

Sin perder la ternura


Por Elizabeth Silva Rodríguez.

Con la sonrisa del primer día y la delicadeza que la caracteriza, la profesora Lidia Pizonero Suárez imparte clases de gimnasia rítmica durante más de 33 años. El tiempo no ha borrado en ella la dulzura y el amor que siente por su profesión.
El área de gimnasia, Clara Zetkin, de Puerto Padre, conoce de su quehacer cotidiano; la satisfacción por el aprendizaje de sus alumnas en este deporte, el regocijo que ellas le transmiten por los resultados en cada competencia, hacen de Lidia la mujer más feliz del mundo, ver crecer las jóvenes ata su lado es de mucha importancia para ella, la génesis de la compenetración y el cariño que les profesa, eso sólo los disfruta el que se entrega sin límites a la noble causa de la enseñanza.

Muchas niñas ha instruido esta destacada profesora en su larga trayectoria docente y como premio del abnegado esfuerzo en cada clase, cada entrenamiento llega el momento esperado: promover atletas a la Academia provincia, en Las Tunas, y a competencias nacionales resultados excelentes, propiciando lugares de honor para el territorio. Su quehacer también se perfila, en la preparación de gimnastas de alto rendimiento donde llegan sin dificultades.

Lidia Pizonero Suárez no sólo se dedica a la preparación técnica de las atletas, sino al trabajo educativo y la formación de valores.

Para esta valiosa mujer constituye un gran orgullo ver a sus antiguas alumnas convertidas en profesionales útiles a la sociedades y fieles a la Revolución, todo este noble empeño lo alcanza con exigencia, amor y dedicación a la docencia.

Las tierras de Latinoamérica también conocen las excepcionales cualidades de esta mujer puertopadrense que dedica gran parte de su vida a enseñar. Como profesional revolucionaria no vaciló en anteponer sus sentimientos solidarios a los personales para cumplir una misión internacionalista en la hermana República Bolivariana de Venezuela. La vida le posibilitó este privilegio, contribuir al desarrollo del deporte de ese país, conocer ese pueblo, sus costumbres y cultura. Con esta bella tarea encomendada inscribió el nombre de Cuba bien alto.

Una vida encomendada al magisterio con tanta ternura, dedicación y esfuerzo, singularizan a esta abnegada educadora que pone todo su empeño en lograr de cada clase una obra de arte, de cada resultado un éxito.

Reconocida con la máxima condecoración que otorga el INDER, la medalla Mártires de Barbado, también la Rafael María de Mendive, Vanguardia provincial y Nacional durante varios años y un intenso quehacer en su cuadra como cederista y federada destacada, hacen de Lidia Pizonero una mujer que ama su profesión, a sus alumnas, entregándole día a día, cada minuto de su vida.

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