jueves, 19 de octubre de 2006

Día de la Cultura Cubana, sobre el caballo y con los pies en los estribos


Por: Julián Puig Hernández.

Cuando Perucho Figueredo, aquel 20 de octubre de 1868, escribió la letra de nuestro Himno Nacional, con las manos que empuñaron el machete en la manigua, sobre el caballo, símbolo de lucha, y rodeado de cubanos enardecidos, se sucedían un conjunto de acciones, sumatorias de una imagen textual.
Observar el hecho en sí exige un recorrido gnoseológico, como una proyección gráfica en nuestra memoria que tiene de fondo un mensaje trasgresor de los tiempos, llegado con renovada lucidez.
Suponemos el pedido de silencio en medio de los vítores y luego los hombres callados, a la espera de concluirse la obra, el resoplido de los caballos, la brisa caliente que trajo el polvo a los rostros sudorosos.
Más tarde, acompañando a los principales líderes, la multitud de mujeres y hombres, con los ojos cegados de lágrimas, cantaban sobre una música que antes estuvo sólo circunscripta a las liturgias.
Para fortalecer el compromiso con la Patria y demostrar la decisión indeclinable, pasara lo que pasara, a las espaldas de los mambises, lenguas de fuego consumían el escenario del histórico hecho, porque no lo entregarían al enemigo, superior en fuerzas, armas y sapiencia bélica.
Pudo la intransigencia llegar hasta nuestros días; pero nunca bajaremos del caballo y mantendremos, amén de los tiempos, presto el puño de acero y miel, que escribe versos y golpea si es preciso. No les quepa la menor duda, a los que siempre dudan, que sobre nuestras espaldas subirán lenguas de fuego, pero nunca entregaremos al enemigo nada que se nos intente quitar; ni el sueño siquiera.

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