viernes, 8 de septiembre de 2006

A mis colegas

Por: Julián Puig Hernández.

En no pocas ocasiones, a través de los grandes medios de comunicación, paradójicamente se ha diseñado una imagen un poco sobredimensionada del periodista. Tal vez, sin mala intención, crean prototipos que nos sacan de nuestra verdadera naturaleza humana.
Durante estos casi veinte años de ejercicio, por exigencias de mi profesión, he tenido la urgencia de no conformarme con la epidermis de los problemas, como debe hacerlo cualquier ciudadano común; pero en las circunstancias de los trabajadores de la prensa, constituye una tarea ineludible.
Sucede otro tanto con los médicos, imbuidos en mejorar la certeza de sus diagnósticos, los agrónomos esforzados en la utilidad exacta de los terrenos y los meteorólogos en la prontitud y justeza de los pronósticos, por sólo citar algunos ejemplos diversos.
Por estar directamente vinculados con el público, de pareceres diversos, sentimos el lógico temor del error y estamos constantemente expuestos a él, porque existe una multitud de puntos de vista que luego enriquecen, pero en el momento crucial constituyen verdaderos retos y compromisos con la credibilidad no sólo individual sino del medio representado en nosotros.
Exponer un hecho, utilizar el verbo exacto, convencer al receptor y motivarlo son cuestiones intrínsecas de nuestra labor. Puede que algunos consideren la tarea fácil, porque ven del caldo la taza y no ese halo de humo que sale de ella.
Nos conmueve, venga de donde venga, la muerte de colegas que cumplen sus funciones en zonas de conflictos o simplemente son víctimas de grupos mafiosos que tratan de callar la realidad corrupta de no pocas naciones.
Tenemos, para suerte de la ética, periodistas de oficio alpino, yendo donde otros no se atreven, sólo por enseñarle al mundo la labor de un médico en medio de zonas que la geografía política del universo ignora. Junto a ese humildísimo galeno está la cámara generosa de un colega y el reporte conmovedor de las vidas salvadas con ese altruismo.
Cuando se trabaja para bien, como debe hacerlo el más simple de nosotros desde el sitio menos opulento, el mundo respira con entusiasmo, porque en el reporte está la letra que enaltece, invita a derroteros mejor conformados, se cree con sabiduría en la utilidad de esta obra.
A todos los enriquecidos por la virtud vengan los brazos de la razón, los indecisos busquen espacio en sitio seguro y a los otros, aún con las diferencias más evidentes, esperad, sólo esperad que el tiempo discurra.

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